El retro en baños no vuelve como copia nostálgica de los setenta. Vuelve editado, reinterpretado, despojado de lo que sobraba. Lo que regresa es la idea de que un baño puede tener carácter sin sacrificar funcionalidad, color sin caer en el exceso, textura sin perder coherencia.

No se trata de recrear una época. Se trata de recuperar una actitud: la libertad de usar materiales con presencia, colores decididos y acabados que inviten al tacto. Esa valentía que se perdió cuando el minimalismo estandarizó todo.

Materiales con historia, lectura contemporánea El azulejo 4x4, protagonista de baños mexicanos durante décadas, vuelve con otra mirada. Se usa en composiciones monocromáticas, con lechada contrastante, cubriendo muros completos o solo como zócalo. El terrazo, antes omnipresente y luego olvidado, ahora aparece en pisos, encimeras o paredes, pero siempre como elección consciente, no como lo que había disponible. La madera también regresa. Muebles suspendidos en nogal o teca, con herrajes discretos y acabados mate. Repisas que parecen flotar. Marcos de espejo que aportan calidez sin competir con el resto. El truco está en usarla con moderación y tratarla correctamente. El papel tapiz, expulsado de los baños durante años por razones prácticas, vuelve con tecnología que resiste humedad. Un muro con patrón geométrico o motivo botánico puede definir todo el espacio sin necesidad de intervenir el resto.

El color como herramienta, no como capricho Después de años dominados por el blanco clínico y el gris neutro, los colores saturados regresan: verde oliva, azul petróleo, terracota, mostaza quemada. Pero la diferencia está en cómo se aplican. Un muro de acento, no todo el baño. Accesorios en cobre o bronce envejecido, no dorado brillante. Una cortina estampada, no azulejos con flores. El equilibrio se logra cuando el color convive con neutrales: blancos rotos, grises cálidos, maderas claras. Así el espacio tiene personalidad sin perder serenidad.

Iluminación que construye atmósfera Las lámparas esféricas de vidrio opalino —icónicas de los setenta— regresan actualizadas en escala y materialidad. Su luz difusa elimina sombras duras y genera un ambiente cálido que las luces LED frías nunca logran. Suspendidas sobre espejos o flanqueando tocadores, se convierten en piezas escultóricas que además funcionan. Los espejos circulares con marco de metal o ratán, colocados estratégicamente, no solo reflejan: amplían, organizan visualmente y se vuelven puntos focales inesperados.

Más allá de la estética Lo que hace relevante al baño retro actual es que conecta lo visual con lo táctil. Cada superficie tiene textura: azulejos con relieve, madera con vetas evidentes, grifería con peso y presencia. Son detalles que no se capturan en foto pero que transforman la experiencia diaria. La grifería adquiere protagonismo con acabados en latón envejecido, níquel o negro mate, y formas que remiten a otra época pero con tecnología actual. Los muebles suspendidos liberan espacio visual y facilitan limpieza sin renunciar a presencia.

Una decisión de diseño El baño retro que funciona hoy no replica fórmulas. Elige elementos específicos de distintas décadas, los combina con equilibrio y los ancla con funcionalidad contemporánea. Es diseño consciente que asume que un baño puede ser más que un espacio higiénico: puede tener identidad, generar experiencia y mejorar la vida cotidiana. Más que una tendencia decorativa, es una postura: elegir personalidad sobre estandarización, calidez sobre frialdad, diseño con intención sobre soluciones genéricas.